jueves, 17 de diciembre de 2015

Internet de las cosas: el mundo se cuela en la red

¿Están preparadas las empresas para que millones de objetos cotidianos se conecten a internet?

La industria tecnológica se está preparando para el internet de las cosas, un tipo de computación que se caracteriza por pequeños ordenadores, en su mayoría invisibles y a menudo "tontos" incorporados a los objetos. Estos dispositivos detectan y transmiten datos sobre el entorno y ofrecen nuevas formas de controlarlo.
Desde hace más de una década los tecnólogos han predicho y discutido la llegada y omnipresencia de estos dispositivos. "Se debate mucho sobre cómo llamarlo, pero no cabe duda de que estamos ante el germen de una nueva clase de ordenador", afirma el director del laboratorio de la Universidad de Michigan (EEUU), David Blaauw, que fabrica ordenadores funcionales del tamaño de una letra "o" impresa.
Una de las claves es la aparición de radios muy baratas, grabadas directamente sobre el silicio. Hay una en tu smartphone. Pero ahora los precios han caído hasta los 5 dólares o menos (unos 3,6 euros). Gracias a esta bajada de precios, cada vez es más asequible conectar más cosas a internet, como las tuberías de alcantarillado y los cubos de la basura. En la Universidad de California en Berkeley (EEUU) los investigadores incluso diseñan ordenadores del tamaño de la cabeza de un alfiler para recoger datos de dentro del cerebro y transmitirlos por todo el cráneo. La idea es que el cuerpo humano también acabe uniéndose a la red.
Quizá suene todo demasiado exagerado e inflado. ¿Realmente necesitamos una cafetera inteligente o una nevera con navegador web? Gran parte de los inventos sí que parecen un poco absurdos. En Amazon, los de críticos se lo han pasado pipa con un "vigilante de huevos" digital que cuesta 78 dólares (unos 57 euros) y se dedica a enviar informes a un smartphone sobre qué huevo de los que hay en la nevera es el que lleva más tiempo ahí. "¡Un producto maravilloso!", se reía uno. "Cuántas canas me he ahorrado por no tener que preocuparme de los huevos nunca más".
Pero por cada aplicación fracasada, hay una combinación de sensores y ordenadores que ha aumentado silenciosamente la capacidad de alguna máquina. Desde 2007, por ejemplo, cada coche nuevo que se vende en Estados Unidos lleva un chip en cada rueda que mide la presión y envía los datos por radio al ordenador central del coche. Así empieza a tener sentido. De media, un coche nuevo tiene 60 microprocesadores, según el Centro de Investigación en Automoción. La electrónica supone un 40% del coste de fabricación de un coche.
Según se van abaratando los ordenadores inalámbricos, empieza a ser asequible conectar más cosas con internet, colocando sensores en las alcantarillas, la maquinaria fabril, las luces y los electrodomésticos, por ejemplo.
El internet de las cosas es especialmente importante para las empresas que venden equipos de red, como Cisco Systems. Cisco lleva tiempo profetizando con entusiasmo que 50.000 millones de "cosas" se podrían conectar a las redes de comunicación en los próximos seis años, partiendo de los 10.000 millones de teléfonos móviles y ordenadores personales que ya lo están. Otro de los beneficiarios es la industria de los semiconductores, que mueve 300.000 millones de dólares anuales (unos 219.000 millones de euros). Como señala Blaauw, "cada vez que ha aparecido una nueva clase de computación, los ingresos totales para esa clase han sido mayores que para las anteriores. Si la tendencia sigue, eso significa que el internet de las cosas generará aún más dinero".
Pero el cambio también es doloroso. Las grandes empresas como Intel ya se tambalean por la rápida aparición de los smartphones. Intel, con sus potentes chips que consumen mucha energía se ha quedado fuera del negocio de los teléfonos. Lo mismo le pasó a Microsoft. Ahora ambas empresas, y muchas otras, están esforzándose por encontrar la combinación ganadora de software, interfaces y procesadores para lo que quiera que sea que venga a continuación.
Y esta vez no son sólo las empresas tecnológicas las que tienen que estar atentas. El motivo, según el profesor de la Universidad de Boston (EEUU) Marshall Van Alstyne, es que según se vayan conectando productos normales, sus fabricantes pueden entrar en el negocio de la información, cuya lógica económica se les escapa por completo. Una cosa es fabricar zapatos, pero ¿y un zapato que se comunica? Los productos podrían acabar siendo valiosos principalmente porque sirvan de base para nuevos servicios. "Podrías encontrarte con que los datos son más valiosos que el zapato", afirma Van Alstyne.
En este Informe Especial de MIT Technology Review hemos decidido explorar la gran pregunta de qué nuevos negocios surgirán según se vayan conectando las cosas. Una empresa que está dejando claro cómo pueden ser las cosas es Nest Labs, fabricante de un termostato inteligente de diseño que se conecta a internet. Nest, adquirida por Google este año, ha estado machacando al resto de los fabricantes de termostatos. Pero ahora que tiene una red de termostatos y la puede controlar a distancia, empieza a ofrecer servicios a las compañías eléctricas. Los días de calor puede apagar aires acondicionados de forma selectiva, controlando la demanda.
Las pruebas hechas por Nest con las eléctricas aún son pequeñas. Pero algún día, con unos bits enviados por una red, la empresa puede dejar a una central eléctrica o dos fuera de juego. Así que no es de extrañar que este año, en su carta anual a los accionistas, el director ejecutivo de General Electric, el mayor fabricante del mundo, Jeff Immelt, avisara a sus inversores de que "todas las empresas industriales serán empresas de software".
El investigador de Microsoft y pionero de la revolución informática original, Gordon Bell, cree que nadie sabe exactamente qué forma tendrá la computación con el internet de las cosas. Pero dice que eso no le sorprende. La importancia del ordenador personal y el smartphone sólo quedó clara después de su desarrollo. "El internet de las cosas es una forma de decir que una mayor parte del mundo formará parte de la red", afirma. "Eso es lo que está pasando. Estamos incorporando el mundo en el ordenador. Sólo son más y más ordenadores".
                  •                    POR ANTONIO REGALADO
  • TRADUCIDO POR LÍA MOYA

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